El Conicet no está Flama
El desfinanciamiento, la fuga de cerebros y un poco de memoria

El recorte al CONICET se suma al congelamiento del presupuesto universitario. Sin ingresos para investigadores y sin fondos para las universidades, la soberanía en ciencia y tecnología está en juego.
El gobierno argentino confirmó que no habrá nuevos ingresos al CONICET, afectando a quienes se postularon en 2024 y a más de 900 investigadores que habían sido aprobados en 2023. Esta medida interrumpe abruptamente la continuidad del sistema científico nacional, desalentando a las nuevas generaciones de investigadores y debilitando líneas de trabajo consolidadas. A esto se suma el congelamiento del presupuesto universitario, que pone en riesgo el funcionamiento de las casas de estudio, que son los espacios donde se forman quienes luego ingresan al sistema científico. La falta de actualización presupuestaria en un contexto inflacionario profundiza la crisis y compromete la sustentabilidad de todo el ecosistema de conocimiento en el país. Es un doble ataque; a la formación y a la investigación.
No es la primera vez que esto ocurre, pero el contexto actual profundiza un patrón. Cuando se deja de financiar las nuevas investigación y a los científicos del CONICET, se está tomando la decisión política de dejar al país detenido en el tiempo. Parece que el gobierno soñara con una argentina de otra época, pero… ¿Qué época? . Si la educación fue pilar del crecimiento nacional, la gratuidad universitaria fue el portón de entrada —con un camino de piedras muy largo— para los hijos de los trabajadores. La universidad no solo enseña, también investiga. Busca resolver los viejos y nuevos enigmas de nuestra sociedad y los pone a dialogar para seguir creciendo.

El CONICET es un pata mas de este sistema de investigadores argentinos, nos preguntamos aquì ¿por qué es aceptado socialmente que se acribille de esta manera el sistema científico nacional? Pareciera que en el imaginario colectivo cuando pensamos en científicos solo vemos batas blancas e impolutos laboratorios con seres que solo se dedican a estar allí y que cuando salen se esfuman en el éter; ¿Se imaginan? Pero la realidad es otra, y nos muestra que los científicos de nuestro país son más que batas blancas y laboratorios, son personas que dedicaron muchos años de su vida a estudiar incansablemente, a pasar horas de esfuerzo sostenido ¡trabajando!. La mayoría desarrolló su carrera íntegramente en establecimientos públicos, preparándose durante años para intentar el ingreso a la carrera académica.
Cuando se creó el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) se buscó institucionalizar la carrera científica en Argentina. Desde ese momento fue el principal organismo dedicado a promover la investigación científica y tecnológica de manera federal. Sin embargo, su historia también fue atravesada por ciclos políticos y económicos de Argentina. Durante la última dictadura militar (1976-1983), el organismo sufrió una fuerte represión ideológica, acompañada de estancamiento. Más adelante, en los años noventa, bajo las mismas ideas neoliberales, se redujo considerablemente el presupuesto destinado a ciencia y técnica, promoviendo la idea de que el conocimiento debía regirse por las leyes del mercado, nada muy alejado de lo que nos toca atravesar hoy.

Durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner (2003–2015), la inversión pública en ciencia y tecnología en Argentina vivió un crecimiento sostenido. En 2004, la inversión en la función “Ciencia y Técnica” representaba el 0,18% del Producto Bruto Interno (PBI), y para 2015 había aumentado al 0,35% del PBI. El CONICET llegó a posicionarse entre los mejores organismos científicos de América Latina. Pero esta expansión fue bruscamente interrumpida en 2016, cuando el gobierno de Mauricio Macri recortó los ingresos y congeló el presupuesto, dejando a cientos de jóvenes científicos fuera del sistema.
En marzo de 2024, el gobierno argentino confirmó que no habrá nuevos ingresos al CONICET, afectando tanto a los postulantes de la convocatoria 2024 como a los más de 900 investigadores que, habiendo sido evaluados positivamente en 2023, esperaban su incorporación al organismo. El presupuesto ejecutado en 2023 fue de $199.109 millones . Para 2024, se estimó un presupuesto de $450.748 millones, de los cuales el 75% está asignado a gastos de personal y el 21,37% a becas . Sin embargo, la falta de actualización presupuestaria frente a la inflación proyectada prenden alerta en torno al pleno funcionamiento del organismo
La postergación indefinida de los concursos de becas, los ingresos a la Carrera del investigador científico y los procesos de promoción, en un contexto de creciente incertidumbre, ha llevado a que numerosos científicos comiencen a considerar oportunidades laborales en el extranjero, intensificando el fenómeno conocido como “fuga de cerebros”. Resignarse ante el desmantelamiento progresivo del sistema científico nacional implica aceptar una pérdida significativa de soberanía. Tal como señalaba Varsavsky (1970), el cientificismo ha promovido la idea de que hacer ciencia consiste en replicar modelos del norte global, desconociendo las particularidades y necesidades de los países del sur. La imposición de estos modelos por parte del actual gobierno nacional responde a intereses que no representan al conjunto de la sociedad, sino que benefician a sectores concentrados. En este sentido, la defensa de la ciencia argentina constituye una forma de resguardar los intereses colectivos y de sostener un proyecto de soberanía latinoamericana en términos económicos, científicos y culturales.